
Emos, fresas, punketos, roqueros, rastas, skaters… la lista de subculturas es larga. Pero ¿Necesitamos etiquetar lo que somos?
Los seres humanos tenemos la tendencia de poner nombre a todo lo que puede. El nombrar algo es solo el primer paso para comprender algo. El ser humano teme lo desconocido. Peor aun, lo desconocido es, también, marcado como malo. Por eso no es raro que entre nosotros mismos temamos a otras costumbres que tienen los demás jóvenes.
Cada uno de nosotros tiene un grupo de amigos con el cual comparte tiempo, gustos y estilo de vida similares. Esto nos ayuda a sentirnos identificados y acompañados en el entorno. Aunque sea naturaleza de los jóvenes ser diferentes a los demás somos similares en buscar un grupo al cual queremos pertenecer. En cierta medida buscamos etiquetas para sentirnos parte de un grupo.
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